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02 de June del 2020 a las 23:14 -
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En busca del mejor asado de Uruguay, el país con cuatro veces más vacas que habitantes

Diario El Mundo realizó artículo sobre Río Negro
En busca del mejor asado de Uruguay, el país con cuatro veces más vacas que habitantes

El diario El Mundo de prestigio internacional realizó un artículo sobre características de la región litoral, Río Negro y la carne. Dicho artículo fue escrito por Maria Fluxá que compartimos a continuación. 


En busca del mejor asado de Uruguay, el país con cuatro veces más vacas que habitantes. Recorremos la esencia del país en enclaves como San Javier, Nuevo Berlín y Fray Bentos, donde se inventó la ternera enlatada que alimentó a las tropas en las guerras mundiales y donde el asado supone un ritual. Por algo este estado de 3,5 millones de habitantes tiene 13 millones de bovinos.

Érase una vez un país con nombre de río, Uruguay. Oficialmente, ese país se llama República Oriental del Uruguay, porque se expande al este del cauce que la población indígena guaraní conocía desde tiempos inmemoriales como el «río de los pájaros pintados». Recorrer su curso -que es un espejo con la vecina Argentina- nos llevará al Río de la Plata en un viaje por la más pura esencia de este país de pampas, gauchos, asados y, cómo no, fútbol. Porque volveremos a viajar lejos y Uruguay siempre será una buena opción.

El recorrido también nos desvelará historias insólitas como la de San Javier, un pueblo de 1.900 habitantes. Hasta aquí llegó un 27 de julio 1913 una comunidad religiosa de rusos compuesta inicialmente por 580 personas, cuenta Leonardo Martínez, bisnieto de dos de ellos, los Gayvoronsky. Su antiguo lugar de culto (que ya no se practica, pues «no supieron transmitirnos la forma de profesarlo pero que conservamos por una cuestión cultural, no por convicción», añade) permanece anclado en el tiempo. Como también la casa del llamado patriarca y los antiguos almacenes.

El ritual del asado.

Todavía hoy mantienen los folclores llegados de la estepa rusa (en la gastronomía, artesanía, danza y festivales como el del Girasol, planta que introdujeron en Uruguay), pero también un corporativismo que los caracteriza y diferencia del cercano Nuevo Berlín, con el que comparte el Parque Nacional Esteros de Farrapos, un humedal de 18.000 hectáreas.

Tanto en San Javier como en Nuevo Berlín -bautizado así en 1875 por sus fundadores, los hermanos Richard y Karl Wendelstadt-, el visitante podrá aventurarse en las aguas del río Uruguay bien en kayak, bien para pescar dorados, bangres y otras especies locales en el paisaje privilegiado de este parque donde conviven diversos ecosistemas. Éste incluye además 18 islas, de cuyas múltiples flores se obtiene una elogiada miel artesanal. Lo curioso de las colmenas, cuidadas por apicultores que transmiten su saber de generación en generación, es que son flotantes para sortear las crecidas del río.

Siguiendo su cauce, pero también por carretera tras unos 40 kilómetros, llegaremos a otro lugar prodigioso: Fray Bentos, cuyo paisaje industrial fue declarado Patrimonio Mundial por la Unesco en 2015. ¿Por qué? Para responder a esta pregunta habrá que conocer algunos datos y un poco de historia. La vaca fue introducida en Uruguay por los españoles en el siglo XVII. Se reprodujo de tal forma que hoy día este país de 3,5 millones de habitantes tiene alrededor de 13 millones de bovinos, en su mayoría criados en libertad en la inmensas extensiones del país.

No es de extrañar, pues, que el asado sea un ritual que el uruguayo no perdona, ni que aquí se inventara el corned beef o ternera salmuerizada, que alimentó a las tropas en las dos guerras mundiales y, después, a la población de una Europa atenazada por la hambruna. Ese milagro se fraguó en Fray Bentos, en el Frigorífico Anglo, inicialmente llamado Liebig's Extract of Meat Limited Company: fue el químico alemán Justus von Liebig quien, en 1865, tuvo la idea de lo que después se conocería como la «despensa del mundo».

Carne enlatada. 

Aquí se fabricaría a nivel industrial por primera vez en el mundo el extracto de carne (los cubitos de «¿Cueces o enriqueces?»), según la fórmula de este alemán considerado el padre de la química orgánica. Para aprovechar la carne sobrante, ésta se preparaba en salmuera y se enlataba. El caldo alimentaba, la carne enlatada consolaba el estómago vacío. Hasta el príncipe Carlos de Inglaterra en una visita a este patrimonio industrial reveló que creció comiendo corned beef. También la fábrica contaba con un sofisticado frigorífico que permitía enviar a Europa e incluso a Asia la mejor carne uruguaya, que todavía hoy figura entre sus mayores exportaciones.

El cierre definitivo de la Anglo aconteció en 1979. Sin embargo, se salvó del olvido recuperando sus instalaciones, que hoy pueden visitarse con un guía. Cuenta con un museo de la Revolución Industrial desde el que se accede a la planta fabril, con su sala de máquinas, latería mecánica, departamento de extracto, baño de animales, sala de matanzas... así como las oficinas y la residencia del gerente.

Otra parte de sus instalaciones alberga ahora la sede oriental de la Universidad Tecnológica de Uruguay, un país que apuesta desde hace años por el conocimiento y la innovación. La llegada de estudiantes ha hecho renacer Fray Bentos, donde en su día convivieron 60 nacionalidades y no faltaban teatros como el Young, cuya belleza competía con las fachadas de la Sociedad Italiana, la Cosmopolita o el actual Museo Solari en la plaza de la Constitución, donde aún se levanta un quiosco réplica del desaparecido Palacio de Cristal de la reina de Inglaterra, enviado desde Cardiff en 1901.

Pero la postal está en la puesta de sol sobre las aguas del Uruguay, que desembocan en el Río de la Plata. Éste en realidad no es un río, sino el estuario formado por la unión de los ríos Paraná y Uruguay. Su kilómetro cero se ubica en Punta Gorda. Hasta aquí llegó, desde Sanlúcar de Barrameda, Juan Díaz de Solís buscando un paso entre el Atlántico y el Pacífico. Además de ser el primer europeo en descubrir «un mar dulce», como llamó al Río de la Plata, encontró la muerte devorado por indios antropófagos.

En su memoria y en la de los descubridores europeos se erige hoy un monolito, recordando su gesta. Siglos después llegaría otro europeo pero con distintas intenciones: Charles Darwin, quien anduvo durante seis meses en estas tierras recuperando información para su teoría de la evolución.

Artículo de Diario El Mundo. 

Escrito por María Fluxá

 



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