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19 de July del 2015 a las 20:08 -
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El Anglo sigue generando repercusiones 

El matadero del fin del mundo
El Anglo sigue generando repercusiones 

En la antigua Sala de Faena del Frigorífico Anglo, los acróbatas cuelgan del techo como si fueran reses, mientras por los parlantes la voz de Alfredo Zitarrosa recita Guitarra negra: “Temblando, con el frontal partido por el marrón, por el marronero, cae sobre sus costillas, pesada como un mundo, la res…”. 

El público mira y escucha fascinado y con un escalofrío, y algunos de los presentes dice que le parece oler la sangre, aunque desde hace más de 30 años ya no hay sangre en ese lugar. El espectáculo del Colectivo El Picadero fue uno de los más simbólicos que se vieron el martes 7 en Fray Bentos. Ese día, la ciudad estaba de fiesta y salió a la calle del Barrio Histórico para ver el desfile de Llamadas, las demostraciones de magia, el recital de tango, los fuegos artificiales. Pero la celebración había comenzado el domingo 5, cuando se conoció que la Unesco había aprobado la incorporación del Paisaje Industrial Fray Bentos a la Lista del Patrimonio Mundial. 

Fue entonces que nuevamente se volvió a escuchar el nombre de la ciudad que había recorrido el mundo como marca en las latas de corned beef. En el origen fue el saladero alemán Liebig que fabricaba extracto de carne y comenzó a exportar corned beef en 1873. Luego, en 1924, la empresa británica sustituyó a la alemana y continuó con la producción como frigorífico Liebig’s-Anglo, que funcionó hasta 1971. Finalmente, fue el frigorífico Fray Bentos el que por unos años más mantuvo la actividad, pero en 1979 terminó cerrando. Toda la estructura generada por aquella industria permanece batallando contra el tiempo en el paisaje fraybentino. Como imagen de su auge y también de su quiebre, allí está el muelle sobre el río Uruguay con algunos pilotes al aire y otros que soportan restos de tablas a punto de caer. 

Son 275 hectáreas las que abarca el paisaje industrial de la ciudad. Incluye las enormes edificaciones del frigorífico, los lugares de esparcimiento, las casas de obreros y administrativos, los muelles. Todo tiene grandes dimensiones en los edificios de faenas. Algunos de sus techos corren riesgo de derrumbe y otros ya han desaparecido, pero allí está de pie la imponente maquinaria oxidada, llena de poleas, ruedas, tanques, prensas y canaletas. 

El Museo de la Revolución Industrial está instalado en un edificio de 1872 destinado a la molienda de residuos de saladeros para fertilizantes orgánicos. Allí figuran otras máquinas y otras curiosidades, como el ternero de dos cabezas encontrado por un trabajador en 1956, y que desde entonces se conserva en formol. También hay otras cifras: “Se estima que más de 25.000 personas trabajaron aquí desde el inicio de las actividades en el año 1863. Inmigrantes de más de 60 países del mundo vinieron a Fray Bentos convocados por esta fuente laboral”, dice en uno de sus carteles. En otra de sus paredes, un gran afiche les brinda homenaje a esos hombres y mujeres inmigrantes que se radicaron en Río Negro. Y en todas partes se recuerda que hubo una época en la que Uruguay fue la “cocina del mundo”. 

Niños obreros. 

Milton Giusti cumple 79 años en agosto y comenzó a trabajar en el frigorífico Anglo a los 13. “En aquel entonces se podía figurar en planilla a esa edad”, le explicó a Búsqueda en la Sociedad Recreativa La Estrella, una vez que terminaron los actos oficiales en la mañana del martes 7. “Hice todos los trabajos con cuchillo, en el matadero, en la peletería. Lo único que no hice fue ser cabecero, cuerear la cabeza. Había que estar muy agachado y yo no tenía facilidad en la cintura”. Más que definirlo como “pesado”, Giusti considera su trabajo como “ligero”: “La noria iba pasando y no se paraba, el animal colgaba de ahí. Estuve también en tripería, en ‘la virada’, había que dar vuelta la tripa para que la máquina la limpiara. Cada animal tiene 30 metros de tripa y teníamos que hacer 50 animales por hora, entonces eran 1.500 metros por hora”, explica. Giusti llegó al Anglo con experiencia en el manejo del cuchillo porque a los nueve años había empezado a trabajar en una chacinería. “Estudié muy poco”, dice bajito. Igual que tantos otros, continúa viviendo en la misma casa que fue de su padre y que se la había dado la empresa. Los ex obreros del Anglo fueron reconocidos por las autoridades ministeriales y departamentales. Tres de ellos pasaron al frente al cierre de los actos oficiales, mostraron su agradecimiento y recordaron a sus compañeros fallecidos. “Me emociono mucho yo. A mí me parecía que el frigorífico no se iba a terminar nunca”, comenta Giusti, quien trabajó 30 años en el lugar. De las malas experiencias solo menciona una, cuando una pierna congelada se desprendió de la noria y le golpeó la cabeza. “La carne congelada era un fierro. Me vendaron la cabeza pero no me dejé poner ni broches y no estuve internado”, dice con orgullo. Después agrega que durante la faena no tenían tiempo de mucho intercambio social. “En cuatro horas teníamos 15 minutos de descanso. Y no sabíamos en qué momento iba a ser. Pero era lindo, yo era un enamorado del trabajo”.

Antecedente del fordismo. 

Aunque Giusti no fuera consciente en su momento, el tiempo se transformó en un valor en el Anglo. Sobre ese concepto habló la docente de historia Ema Zaffaroni en la sesión abierta de la Comisión Nacional de Uruguay para la Unesco, que formó parte de los festejos oficiales. “La revolución industrial generó en los capitalistas un interés particular por lograr una mayor sincronización y reestructuración de los hábitos de trabajo mediante el control del tiempo. Esa es una de las grandes transformaciones de la revolución industrial: el tiempo vale”, dijo en su discurso. 

Destacó además que la empresa estaba basada en “una línea de montaje ininterrumpida” y que fue un antecedente del fordismo del siglo XX. “Desarrolló su propio entorno socioeconómico: construyó viviendas para los administradores y trabajadores, diseñó amplios parques, tuvo su propia clínica médica y hasta su propia policía interna. Un verdadero Estado dentro del Estado uruguayo, como dicen Barrán y Nahum”.  Zaffaroni también recordó los bajos salarios que pagaba el Anglo en comparación con sus ganancias y los bajos impuestos que le cobraba el Estado uruguayo. Agregó lo que había significado en cuanto a eclosión de la ciencia y la tecnología. “Recordemos que acá empezó a utilizarse la iluminación eléctrica en 1883, tres años antes que en Montevideo”. En los actos oficiales también participó Mariano Arana, ex intendente de Montevideo, quien recordó la formación del Grupo de Estudios Urbanos en 1983, integrado por profesionales y estudiosos de diferentes áreas preocupados por el patrimonio. “Un día me tocaron a la puerta y me dijeron que eran policías. Venían de particular porque eran habitantes del Barrio Anglo, hijos o nietos de los trabajadores del Frigorífico. Me dijeron que habían empezado a tirar las casas y nos pedían ayuda”. Así comenzó la vinculación de Arana con el Barrio Anglo, un antecedente que continuó después con otros miembros de la comunidad fraybentina. Uno de los policías que tocó la puerta de Arana en 1983 estuvo presente el martes 7 y ambos se abrazaron emocionados. En mitad de los discursos de las autoridades ministeriales y departamentales, llegó inesperadamente el ex presidente José Mujica, quien recibió el aplauso del público, ocupó un lugar en la mesa y, aunque no estaba previsto, habló: “Muy frecuentemente en las revoluciones tecnológicas hay un plato positivo y un plato negativo. Por eso don José Batlle y Ordóñez y otra gente de su época detestaban un poco a este monumento formidable de la industrialización moderna que apareció en el Río de la Plata para siempre. Hoy esto es otro paisaje, hay que cultivar la historia y aprender de ella. Todo paso del progreso tiene una contracara. No todo es siempre positivo”, dijo en su breve discurso.

Preservar y comprometer. 

De ahora en más, la Comisión de Sitio instalada en Fray Bentos deberá trabajar para la preservación de su paisaje industrial. Pero esta labor comenzó hace tiempo, con personas que vienen estudiando y difundiendo la importancia cultural, histórica y patrimonial. Es así que los niños de la Escuela Nº 3 han hecho trabajos de recopilación de anécdotas de familiares y ex trabajadores del Anglo. En la mañana del martes 7 se exhibió un audiovisual, Allí donde pertenecemos, hecho por niños y docentes de esa escuela, sobre el estilo de vida en la época de patrones ingleses y convivencia entre inmigrantes y criollos.

En el Barrio Histórico viven unas 1.200 personas. “Hay un despegue casi total de la idea de barrio porque ya no está formado por los familiares de los trabajadores. En un porcentaje muy alto son personas que ocuparon esas casas y no tienen sentido de propiedad y mucho menos de la historia que hay que conservar. Entonces hay una doble función y una doble labor”, explicó a Búsqueda René Boretto, historiador con larga trayectoria en investigaciones sobre el patrimonio de Fray Bentos. En este momento, Boretto es integrante de la Comisión de Sitio, pero trabaja en el tema desde 1988. “Sería deseable que la comunidad tomara parte. El patrimonio solo no sirve, la gente se tiene que comprometer a cuidarlo y preservarlo, se tienen que acoger a normas y regulaciones. Todo patrimonio gestionado genera la idea de que habrá un movimiento turístico importante, pero si no hay participación del privado, de quienes tienen que darle servicio al turista, la gente se siente despegada y se corre el riesgo de que vengan de afuera a dar esos servicios”, explicó Boretto. En cuatro años Uruguay tendrá que presentar un informe de gestión sobre lo logrado en el paisaje cultural de Fray Bentos. 

Mientras tanto, seguirán surgiendo las historias de los niños obreros, de las mujeres viandantes, de los avances científicos al servicio de la industria alimentaria, de los obreros muertos por accidentes de trabajo y de aquella época en que Europa estaba hambrienta y Uruguay ayudaba a alimentarla con unas latas que concentraban pura carne criolla y llevaban a Fray Bentos como marca.

Artículo extraído de Búsqueda escrito por Silvana Tanzi. 



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