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27 de July del 2015 a las 17:57 -
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Giebert levantó en Fray Bentos un modelo industrial, social y educativo

Liebig: un fenómeno en Sudamérica
Giebert levantó en Fray Bentos un modelo industrial, social y educativo

Pocos pueden imaginar que en el Uruguay, en 1865, se había instalado en el puerto de Fray Bentos, la industria cárnica europea más importante y revolucionaria del continente sudamericano y de Europa.

Era Frigorífico Liebig para producir con carácter exclusivo y único en el mundo el famoso extracto de carne, un producto alimenticio y saludable, rico en vitaminas y proteínas, que conmovió a la sociedad europea y que trajo prestigio a nuestro país por décadas; sus ingeniosos afiches publicitarios circulaban por todas las ciudades de Europa hablando del Uruguay, de su rica carne, de Fray Bentos y obviamente del Frigorífico Liebig. En aquel tiempo el extracto de carne era algo así como la octava maravilla del mundo que se ofrecía desde este remoto punto geográfico a la vez que destacaba como el mayor acontecimiento industrial ocurrido en el nuevo continente que atrajo la mirada de todas las nuevas repúblicas. 

El extracto de carne lo usaban nuestros padres y abuelos para preparar y enriquecer alimentos y, de hecho, no faltaba en la mesa: con una pizca de esa rojiza pasta más un litro de agua caliente y unos pocos fideos hacían una sopa exquisita cargada de calorías. Se afirmaba en aquellos años que el extracto de carne tenía potenciales que hacían crecer fuertes y sanos a los niños y también era valioso y aconsejable para combatir las enfermedades, incluso la tuberculosis. Pero Liebig fabricaba otras exquisiteces cárnicas que en su tiempo fueron famosas como los irresistibles “rabos vacunos”, cuya producción la continuó el Frigorífico Anglo a partir de 1924, y distribuidos por el mundo con reconocido prestigio. 

Esta información la recogimos de un amplio informe de 1910 que decía que el capital de la compañía se hallaba distribido en Inglaterra, Alemania, Francia y Bélgica en acciones de cinco dólares cada una que generaban el 5% de interés. 

Mucha de la maquinaria industrial que la empresa utilizaba fue ideada por el propio Giebert.

En Fray Bentos.

Por tratarse de una industria completamente nueva en el mundo, Giebert decidió su instalación en el Río de la Plata al buscar el lugar ideal para su industria (también tenía propiedades y estancias en la Argentina) teniendo en mente estar en el centro de la producción ganadera y en un punto de fácil acceso a un puerto de ultramar. 

A este hombre que había visitado todos los campos viendo las pasturas, la tierra y el ganado de los principales países de Sudamérica, fue Uruguay el país que le llenó el ojo más que ningún otro, especialmente por la inmensidad del río Uruguay y las costas del litoral. Al final optó por instalar la fábrica únicamente en Fray Bentos a raíz de las desavenencias que tuvo con el Gral. Urquiza de la Argentina. Lamentablemente la muerte sorprendió a este empresario muy joven, en pleno éxito de su industria, por lo que Uruguay tuvo una grave pérdida. 

Así fue fundada en Fray Bentos la fábrica del extracto que pronto habría de adquirir un desarrollo tal que sobrepasaría las más halagüeñas empresas de su iniciador. El producto fue llevado a las regiones más apartadas del mundo y el folleto describe cuáles y adónde llegó el extracto de carne uruguayo. En cuanto a las aguas, el río Uruguay era suficiente para llegar a Fray Bentos con los barcos de la época.

Polo Norte.

El explorador noruego Nansen lo llevó como alimento en su expedición al Polo Norte en 1895, y otros también lo consumieron en sus viajes por los hielos polares. El explorador inglés Stanley lo llevó como alimento vital a través de los ardientes desiertos e impenetrables bosques del continente africano cuando fue a buscar a Livingston y todos volvieron -dice el folleto- “alabando sus cualidades dando testimonio de su bondad. El nombre de este país (Uruguay) está asociado por medio de este producto a todos los acontecimientos históricos y modernos más salientes, hasta en la reciente guerra en el sur de África, y ha jugado un rol más importante, sin duda, que cualquier otro país de Sudamérica. Habiendo contribuido a la alimentación de las tropas con más de 10 mil novillos en forma de extracto, muy apreciado por los ingleses y boers, conocido como Lemco, tanto o más que el whisky. No faltó nunca el extracto de carne en los campamentos de aquellos y fue compañero inseparable de estos en sus correrías por tierras en que ya escaseaba otra alimentación”. 

Han sido numerosas las distinciones recibidas por la compañía Liebig en todos los torneos industriales a los que se ha presentado. En alguna parte del folleto se habla del perfil cosmopolita del pueblo uruguayo, con muchísimos extranjeros que le daba un aire social y cultural europeo al país.

“Ya como fundadores de una nueva industria, ya por la excelencia de sus productos, los premios obtenidos se cuentan por decenas, estando ahora colocados fuera de concurso en todas las exposiciones internacionales”.

“Esta industria que continúa creciendo sin pausa, de alto contenido científico, está en permanente plan de cambios, innovaciones científicas, máquinas, nuevas metodologías, nuevos equipos y ampliación de la infraestructura con inversiones cuantiosas que lo han convertido en un establecimiento modelo, el más vasto sin duda de Sudamérica y único en su género en el mundo”.

Las tareas. 

“La faena se extiende aproximadante 6 meses, se emplean de 1.400 a 1.500 operarios que con sus familias forman un importante conglomerado social, pagándose de 45 a 50 mil pesos mensuales por concepto de sueldos, y durante el resto del año se ocupan en los talleres y trabajos de reparacion más o menos a 500 personas.

Cualquier trabajador que resulte dañado por resultado del trabajo recibe además mientras esté imposibilitado, una subvención. Hay también un fondo para pensiones a las familias de los que fallecieron en accidentes de trabajo o que por circunstancias desgraciadas quedaron en la indigencia. Liebig’s contribuye además a las instituciones de beneficiencia de la localidad y a todo lo que signifique un proceso como obra pública”. 

Todo funcionario o trabajador que cumpla 25 años de servicio recibe una medalla de plata y una gratificación, y hay en Fray Bentos unos 150 de estos veteranos del trabajo. 

El Frigorífico tenía cancha de tenis, de bochas, club social, local para hacer fiestas, su propio hospital, la escuela, merenderos, etc. 

Los operarios tenían obligación de enviar a sus hijos al colegio, ya sea del Estado o privado, sostenido por la compañía, no dándose trabajo a ningún menor que no hubiera concurrido a ellos por lo menos hasta la edad de 14 años, o sea 6 años de colegio. A los chicos más destacados, hijos de empleados de la Compañía Liebig’s, los premiaban enviándolos a cursar estudios más avanzados de idioma inglés a Buenos Aires y más tarde lo hizo enviándolos a una famosa academia en Montevideo. El articulista dice que la mitad de los habitantes de la ciudad son nacionales y la otra mitad extranjeros, y que por la vigilancia en los métodos empleados rara vez suceden incidentes, estando proscripto toda clase de juegos o costumbres intemperantes que pudieran ser motivo de alteración del orden y la armonía en el ámbito del establecimiento.

Tareas.

Desde 1865 a 1907 se faenaron en Fray Bentos, según nuestro lista, casi 6 millones de animales, por los que se pagaron casi 78 millones de pesos oro (teniendo en cuenta que eran pesos oro y no papel). Dentro del anecdotario de trabajo, hemos leído en dicho folleto que 2.500 reses quedaban reducidas a extracto en un solo día, “y a mil novillos se le exprime el jugo en menos de 24 horas”.

Final.

Debió haber sido impactante y haber provocado una revolución social y económica la presencia industrial de esta planta frigorífica en un Fray Bentos que apenas 8 años antes había salido de llamarse “Villa Independencia”, y donde todos los meses se volcaban 50 mil pesos de oro para sus 1.400 trabajadores. Fue una empresa que trajo estímulos, entusiasmo y, sin duda, debe haber despertado sueños. Sus impuestos se volcaron en numerosas obras públicas.

Nota publicada por Emilio Cazalá en El País.



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