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02 de March del 2015 a las 21:32 -
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Tres abuelos remaron desde Buenos Aires a Fray Bentos

Llegaron!!!
Tres abuelos remaron desde Buenos Aires a Fray Bentos

Tres abuelos remaron desde Buenos Aires a Las Cañas. Tras varias jornadas de "subir" el Uruguay, los tres remeros llegaron a destino. Los esperaban el Director de Turismo, Nazario Pomi y el encargado de Deportes Julio Martínez, además de periodistas de diferentes medios. Prefectura los escoltó desde que aparecieron en el horizonte de Las Cañas, los ayudó a desembarcar y se encargará de cuidarle el F11 de origen alemán en el que viajan. 

Pablo tiene 77 años, Guido 74 y Ernesto 72. En 2013, remaron desde el Trige (Argentina) hasta Mercedes en una travesía de 240 kilómetros y ahora vienen hacia Fray Bentos. Los tres constituyen un verdadero ejemplo para jóvenes y también mayores que a veces sienten no tener fuerzas para emprender determinadas cosas. 

En su corta estadía de 3 días, los visitantes tienen previsto en su condición de descendiente de alemanes, conocer el ex frigorífico Liebig´s.

COMO PIBES. Los tres gozan de una salud envidiable y sin pretenderlo se transformaron en un digno ejemplo de amor a la vida. Proclaman que los jóvenes deberían inclinarse a practicar deporte y estar más en contacto con la naturaleza.  

“De esa forma evitaríamos muchos problemas de los que se ven actualmente” dijo uno de ellos como una pista entre quienes buscan alternativas para mejorar la calidad de vida.

Partieron el sábado desde el dique Luján de la localidad de Benavidez en el partido de Tigre, provincia de Buenos Aires  Representan al club Teutonia fundado por en 1890. Cuentan que es el club de habla alemana más antiguo de Sudamérica.

De hecho viajan a bordo de una estructura traída desde ese país en la década del 40. Compitieron juntos desde 1950 y siguen remando por deporte y amistad desde hace más de 60 años. 

Viajan munidos de cartografía y una planificación día por día, que cuidadosamente lleva Ernesto Rehmann, quién además se encarga de documentar con lápiz y papel cada hecho significativo de la aventura. 

Guido Hampel dijo que el bote se desliza a una velocidad de poco más de 4 Kilómetros por hora cuando tienen la corriente en contra y debe soportar una carga total de 400 kilogramos entre los insumos y el peso de los tres. 

“Consumimos 10 litros de agua por día y eso multiplicado por todo el viaje se transforma en un problema logístico” dice el remero de 70 años. 

“Desde 1958 que hago remo y canotaje. A lo largo de la vida participé en campeonatos argentinos y sudamericanos porque siempre estuve en contacto con el agua. Actualmente todos los sábados vamos a remar con un grupo de  entre 6 y 8 amigos de los que soy el menor. El mayor tiene 83 años” dijo en una nota que le hicimos hace dos años cuando esta travesía la hicieron hacia Mercedes. 

Dijo que físicamente se encuentra “bárbaro”. Cuando le dijo a su esposa que iba a cumplir este viaje, ella le dijo: “ustedes están locos”. 

Él le respondió: “No soy el más joven para estas cosas, pero me siento bien, con energía y si algo me tiene que pasar me va a ocurrir donde sea, en el bote, en el coche o en el trabajo. Todos los años me hago un chequeo y estoy como un violín” le indicó.

 El único problema para alguien que ostenta una altura de 1.90 es entrar y salir del iglú de 2 metros por 1.70 que comparte con unos de sus compañeros de travesía. 

“Eso si que es un sacrificio” dice mientras se ríe acordándose de lo incómodo que supone para una persona de 70 años dormir en un lugar tan incómodo. 

“El otro tema es el cambio de posiciones en un bote que tiene 90 centímetros de ancho” comenta Ernesto. 

Rotan entre una hora de remo y media de descanso, por lo cual tienen que cambiar periódicamente de lugares mientras deben mantener el equilibrio.

 Pablo Enrique recuerda que fueron “criados en una época donde uno estaba en contacto con la naturaleza. No tenemos los mismos ideales que los jóvenes de ahora que prefieren ir al shopping o estar con la computadora todo el día.

Esto lo hacemos como parte de un estilo de vida” y aclaró que “ninguno de nosotros pretende lograr un récord de nada. Salimos a disfrutar respetando el río y el clima” señaló.

 Respecto al esfuerzo realizado y el estado de salud en general, reconoce que “un hueso siempre duele, pero nada más. Problema de fondo ninguno y eso se lo debemos al remo. Nuestros amigos son deportistas y ninguno fuma, es decir que vivimos en un ambiente de gente sana”.

 Contó que la experiencia que ha obtenido y las conversaciones con gente vinculada a la docencia que recomienda volver a la vida de antes, le permite asegurar que la mayoría de los jóvenes “hoy no son muy felices en parte por el facilismo que hay de tener todo al alcance y en gran medida porque miles viven en un balcón mirando hacia abajo y no tienen un fondo de la casa donde correr como lo hicimos nosotros”.

 Entiende que el deporte otorga al individuo una mejor disposición para defenderse de un mundo agresivo. 

Su primo, Ernesto Rehmann, opinó que a la juventud “hay que motivarla”.

 Considera que el modernismo “trajo mucha comodidad, ahora todo está servido, mientras antes nos inculcaban el valor de que para tener algo hay que esforzarse”. 

  

 

 

 

 



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