Nuestro país ha vivido un verano muy poco “a la uruguaya”. A las buenas noticias sobre el crecimiento y el cumplimiento de la meta de inflación para el 2017, a la que se le sumó una extraordinaria temporada turística, se el contrapuso una porfiada sequía que pone en riesgo los cultivos en gran parte del territorio nacional. Los sectores vinculados a la actividad agropecuaria se organizaron, aparentemente por fuera de sus asociaciones gremiales, y marcaron la agenda nacional con muchísima notoriedad.

El Uruguay tiene incorporado en su ADN la incidencia del campo en el sustento de lo general. Quienes nacimos y nos criamos en el medio del campo sabemos de la multiplicidad de factores que ayudan o perjudican: el clima, los precios internacionales, el mercado, los intermediarios y el enorme peso del costo de la tierra. Si se alinean y brindan una ecuación favorable: todo bien y nadie se entera, pero si esto no se produce en forma virtuosa aparece aquello de que “el país vive del campo y sin él perece”.

Estamos convencidos de que existen dificultades, que no todas son iguales y que, por tanto, no es pertinente una medicina común. El ideal es sentar a las partes con rigurosidad y mucha objetividad, encontrar síntesis de soluciones, es en lo que estamos ahora. Las mesas que el Poder Ejecutivo propuso y están en desarrollo, van en ese sentido; por eso nuestro aporte al clima de diálogo, una única forma de encontrar los caminos adecuados. Eso sí, hay algunas cosas que tienen que quedar muy claras: generosidad en la comprensión, pero límites a las campañas malintencionadas que nos han tocado vivir.

Hay una población muy humilde, que aún perdura bajo la línea de pobreza, que asiste atónita al fuego cruzado de pequeños sectores de la sociedad que estigmatizan a quienes reciben políticas públicas de asistencia social, tratándolos de “vagos”, mintiendo descaradamente sobre montos y beneficiarios, olvidando que todos somos parte de este país y que por lo tanto, todos tenemos DERECHOS.

Desde este recinto quiero hacerme eco de esos orientales que no generan títulos en los medios y que mascullan la bronca al ser difamados en el trabajo cotidiano de sostener a sus familias.

Los reivindico a ellos porque en la historia de nuestro país, cada vez que existió un perdona “tutti”, o una devaluación que licuó deudas, fueron ellos que con sus esmirriados recursos contribuyeron con los impuestos más regresivos que existen: la rebaja salarial por inflación y el impuesto al valor agregado.

La infraestructura de nuestro país es sostenida también por Rentas Generales, por tanto comprendámonos todos y terminemos con la grieta infame de palabras. El Uruguay por suerte ha ganado en diversidad en su producción y en su forma de generar la riqueza.

Hoy rubros antes impensados como el turismo generan más ingresos que exportanciones tradicionales. Entonces aunque se haga una consigna que pretende ser simpática el Uruguay no es un solo en lo que a su economía se refiere. Ni siquiera es uno sólo en lo que a su producción se refiere. Y esa diversidad nos ha hecho mejores y depender menos de la monoproducción. Debemos seguir avanzando pero sabiendo que la diversidad no solo es buena, sino necesaria.

-Tany Mendiondo.