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05 de July del 2015 a las 23:02 -
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En éstas horas donde se define el paso histórico ante UNESCO, no puede olvidarse el trabajo de René Boretto Ovalle.

Fray Bentos: marca reconocida a nivel mundial
En éstas horas donde se define el paso histórico ante UNESCO, no puede olvidarse el trabajo de René Boretto Ovalle.

René Boretto, apasionado de la historia del Frigorífico Anglo, comenzó a trabajar hace tres décadas en una precisa recopilación de materiales y a hurgar en la historia de esta colosal fábrica fraybentina.

Viajó a Europa varias veces y en cada ocasión volvía más convencido del valor de este emprendimiento, "porque es único en el mundo en la forma que se ha conservado". Con ese convencimiento impulsó fuertemente la creación del Museo de la Revolución Industrial.

La inversión alemana después propiedad inglesa, posibilitó que el saladero Liebigs primero y el Anglo después, crearan durante un siglo y medio productos alimenticios de vanguardia para el mundo entero.

En 1863 el ingeniero alemán Georg Giebert eligió este rincón, con profundo puerto natural sobre el río Uruguay, para comenzar a desarrollar el aprovechamiento industrial del extracto de carne inventado por el químico Justus von Liebig, padre de la química orgánica.

Boretto cuenta que allí se inició "una carrera de algo más de 130 años que puso en órbita planetaria la marca Fray Bentos, que lucía en las latas del extracto de carne y en el afamado corned beef con que se alimentaba a las tropas de los ejércitos en innumerables conflictos bélicos, destacándose por sus dimensiones la primera y segunda guerras mundiales". El extracto fraybentino ocupó lugares preponderantes en trascendentes momentos de la historia contemporánea occidental. Hay quienes otorgan al éxito del producto, una influencia en los cambios socioculturales de alimentación.

Ese amargo concentrado, donde en un kilogramo del producto industrial, quedaban resumidos 32 kilos de pura pulpa de las vacas uruguayas, sirvió de primer alimento a los astronautas de Jules Verne, en su novela Au detour de la lune.

El concentrado tampoco dejó de demostrar su valía alimenticia y su fama al estar en todas las vituallas de los expedicionarios que dieron a conocer al mundo recónditos lugares de África Central, Groenlandia y hasta el mismo Polo Sur.

Boretto cuenta también que "Stanley lo utilizó en las selvas centroafricanas cuando fue a rescatar a Livingstone y que hasta John William Alcock y Arthur Whitten Brown lo consumieron durante el primer vuelo trasatlántico sin escalas (1919).

Posteriormente la esencia de la carne vacuna, con sus fibrinas y sustancias básicas, fue puesta en una máquina de origen suizo para hacer cubos de caldo: de esa forma los cubitos "OXO" habían nacido y se transformaron en un producto de consumo popular.

Las latas OXO (marca que aún hoy existe) resultaron infaltables y acaso imprescindibles en todos los hogares.

Llegado el amargo momento de la Primera Guerra Mundial, la empresa Liebigs dijo haber aportado 100 millones de cubos de caldo de carne para la alimentación de los soldados.

Eran enviados a las trincheras con un inteligente sistema de calentamiento con carbón que producía fuego pero no humo, con lo que el soldado en las trincheras tenía su caldo de carne caliente al instante.

Las guerras. Los soldados neozelandeses decían que para referirse a algo que estaba "muy bien" lo catalogaban como "fribentos". El corned beef "Fray Bentos", cuya marca se oficializó ya en 1899, también generó un impacto emocional en los consumidores.

Cuando en 1917, el tanque F41 de los británicos, tuvo que llevar un sobrenombre, la tripulación de 9 soldados, no dudó en llamarle "Fray Bentos" porque se "sentían como carne enlatada de la que comemos todos los días" cuenta Boretto en sus diferentes publicaciones a lo largo de tres décadas.

"Lo mejor que pudo haberme pasado —escribe un veterano de la Primera Guerra— fue, primero, que no me mataran y segundo, haber tenido cada día esos maravillosos caldos Liebig en la trinchera". De acuerdo a la recopilación de Boretto, hay otras personas que consideran a Fray Bentos como un recuerdo entre amargo y dulce de las épocas de la guerra.

"Un embajador británico en Uruguay nos contaba una experiencia familiar en épocas de racionamiento en Londres: "Abrir una lata de corned beef Fray Bentos era una verdadera ceremonia, como la del té para los japoneses. Hasta que no estábamos todos sentados a la mesa, no se abría la lata. Y vaya si nos costaba hacerlo, porque era como romper un encanto mágico".

Ese recuerdo llevó a otro más reciente, que se conoció cuando se construía la fábrica de Botnia, también en Fray Bentos.

"Una señora, residente en Inglaterra, cuando su hijo le contó que viajaba a Uruguay para trabajar en la empresa finlandesa Botnia, le dijo:

—¡Dios quiera que Fray Bentos te haga tan feliz como me hizo a mí!.

—¿Cómo? Pero si tú nunca estuviste en Fray Bentos —le respondió su hijo. Y la madre, entre lágrimas, le contó por primera vez en su vida los dolorosos momentos que vivió de niña durante la Guerra: "Cuando sentíamos las sirenas de los ataques aéreos, sabíamos que debíamos correr hacia los refugios, con una lata de "Fray Bentos" en nuestras manos. Si no nos daba el tiempo para salir de casa, igualmente teníamos que escondernos debajo de la cama, pero siempre con la latita de "Fray Bentos" apretada contra mi pecho".

(*) fotografias de Héctor Gómez

 


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