Residuos esparcidos por todos lados, agua estancada en estado de putrefacción, pozos cada vez más grandes. Gente haciendo sus necesidades sobre el hormigón. Olores nauseabundos.
Los transportistas reconocen que ante la falta de autoridad, ellos mismos tiran las cosas en cualquier lugar y hasta hacen sus necesidades entre las ruedas de los camiones.En el puente San Martín reina la anarquía. Para colmo de males, cuando alguien llega con el propósito de averiguar que esta pasando, algunos se molestan como desconociendo la realidad. Otros, resignados, se limitan a decir que lo han planteado varias veces pero como el área depende de Defensa Nacional, en materia de presupuesto “es el último orejón del tarro y nos tiran con lo que sobra” dijo un funcionario con años en la principal frontera terrestre uruguaya.
Muy diferente es la zona administrada por la Comisión Administradora del Río Uruguay (CARU) que por concepto de peajes, recauda una verdadera fortuna. Las oficinas se muestran inmaculadas y el espacio verde se asemeja a un campo de golf. Al lado, comienza el desastre.
Para los turistas, transportistas y trabajadores públicos y privados, el puente es uno solo. Sin embargo, la diferencia rompe los ojos. La CARU dispone de millones de dólares para diversos programas y proyectos, mientras la Dirección Nacional de Paso de Frontera, dependiente del ministerio de Defensa, irrisoriamente sólo cuenta con 30 mil pesos mensuales para el mantenimiento de los baños de todas las fronteras sobre el rio Uruguay. Los tableros eléctricos están en pésimas condiciones, faltan luminarias y hasta personal con ganas de tomar un balde y una escoba.